jueves, 22 de junio de 2017

Una película de Tarkovsky

I

Lo que habita en un ojo quizá mar quizá lengua de frutos prolongados pensamiento aquí la edad de la sangre quizá azul moviéndose sentada sentida luz resbalan agua en la piel delante sol y los cóndores sudando imagina estómago por la callejuela de balcones antiguos en el ojo ahí el estribo ahí perdido por el instante gotea en su frente abajo palmeras y el ojo libre quizá alucinación a treinta y ocho grados de tan lejos su venida a mi impuntualidad túnica arquitectura del desnudo al puñal de una nalga en silencio sugerido despierta fuego racializado hasta política azul quizá su ojo aliado fuerza desordenada su pelo satén mis crines calvas en sus ojos habito extrae fondo pezón incienso de alga mujer el rostro libre transciende la extranjería azul quizá sea árbol su cintura rama en mi causa limeña su paladar alguien sabe que su puerta abre el exilio donde mi retrato en su ojo alma es mi lectura mi silencio compacto.

II

Mi silencio compacto muy cinematográficamente pinta azul intensidad sus hombros su nombre el bar por la mirada cual asomé a limpiar el paisaje vereda pastillas en la tira de su blusa ni me fijé hasta la salida islas llenas de frutas despreocupadas los relojes en mi cara letrero los ríos se incendiaban cursi no puede tejido párpado pero no vi un bote para el bastón que cantar dulcerías aquí la pupila se abrió en su labio la noche sí camarero cientos de mesas en un solo brazo de cuanta ternura ahí sentada tinto tinto qué hacer si el aire es mucha evidencia sí me clavó su vamos a bailar en la risa escondida norma camarero te veo la danza el pie los imperios caen en mi cabeza la dedicación fuese miel humana ay volverse escritura temblando pintótodaslasvecessuaromaquevolteabamisojos la ciudad media el cambio de un sabor oceánico marinero de árbol había cucharas en la luna.

III

Las cucharas en la luna nacieron de una conversación de cóndores revoloteando las vísceras fueron aquí dispensaban el viaje su huida abrazo en la cebada dentro deseo silba el salario de su gracia más exclamación no pude ser me filtro extranjero por la garganta libre el confín libre ella su palabra purpura despega trigo el pensamiento olor playa olor cuello despegue del barro su boca como viejo ensamblaje de sangre hogar me quedo dije magnético por humedad revolucionaria al afecto quizá es sí seguro mi mente precisa igual el tiempo estancia su respiración piel todavía su ojo erizaba sigue naciendo extranjero en cada aspa ventilador la escritura al sur me engendra sus dedos semicerrados al filo de mi insomnio el azul se repite salvaje y no hay porqué entender no hay porqué entender flaco te ha sentido las costillas temblar el rostro expandirse el lenguaje no resiste no encuentra no cabe ni mirada a la nada tumultuosa calor ahí acá ahora el miedo la sed soñaba que no soñaba pero vino azul despliegue salaz desprevenido lo supe.

IV

Desprevenido lo supe y la danza del que sabe vivir al filo de su filo nuevo en el trapecio dientes su voz Berlín qué importa estaré el curso de las aguas es y lo salado de las islas de la imprudencia es vencer ya convicto al cuerpo al sabor tintura tu sudor el cerebro sexo la conversión de las formas reflexión tu olor me habla el deseo que el mundo vuelva a empezar no urge territorio nos sabemos boca lenguaje de árbol el viento confiesa las expresiones del pueblo somos luz y hechos comarcas por descubrir letales el lugar mismo hervidero de tendones pero tu voz me acá está hortaliza la carne como cemento rapsodia los estacionamientos no ha caducado la pobreza rica en escritura sigo ardiendo ojeroso en clítoris rango espuma de antorchas escafandrista me vuelvo a los pulmones en la mirada músculo de mañana moriremos y me gusta el brillo de la sangre en tu iris me transparenta me engulle humano el desierto me puntúa el mundo dentro vertebral de las cañerías música del fragmentado texto que el verano agudiza en tu vestido de hierba al sol subterráneo vientre donde sentí poeta la infancia de cientos movimientos telúricos ha tenido elástico el cielo las ramas se han detenido los pájaros para esperar la brisa.


(...)






Gio.

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